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Es importante tener en cuenta dos aspectos esenciales a la hora de servir un vino: la temperatura debe ser la correcta para poder apreciar sus características de forma plena, y las copas tienen que ser siempre de cristal fino y transparente para valorar en toda su riqueza su color, sabor y evolución. Además, se aconseja llenar las copas sólo hasta la mitad, más o menos.
Adecuar el vino a su temperatura de servicio ideal significa que vamos a lograr percibir al máximo las sensaciones de frescura y vitalidad en el caso de los vinos blancos y de los finos andaluces (6-8º), y apreciar mejor sus aromas y matices en el caso de los rosados (10º). Con los tintos, la temperatura de servicio sube unos grados más, hasta 14-15º en el caso de los tintos jóvenes y los amontillados, mientras que los de más edad y crianza y los olorosos, se aconseja que se tomen de 17 a 18º.
Con la llegada del buen tiempo, se debe modificar la forma de servicio para evitar que el vino alcance los 20-25º que puede llegar a tener cualquier casa, terraza o restaurante, en esta época del año. Para ello, se aconseja utilizar una cubitera con agua y hielo e introducirlo unos minutos antes de servirlo. Por ejemplo, el tinto con crianza debe permanecer en hielo durante un tiempo aproximado de 9 minutos, el tinto joven, de 10 a 12 minutos y los blancos y rosados pueden enfriarse más tiempo, a su gusto.